Pasa el tiempo, Señor, la infancia se fue,
la adolescencia terminó, la juventud va pasando.
Y a veces siento un nudo en la garganta,
cuando descubro que lo que se fue ya no vuelve,
que la juventud se acaba para siempre. Y esto me da tristeza.
Yo mismo ante el espejo trato de engañarme
creyendo que estoy mejor que antes,
pero las viejas fotos no engañan.
El tiempo pasó y sigue pasando
sin que yo lo pueda evitar.
Quisiera liberarme de esa pena, Señor.
Y también a mis padres, amigos y seres queridos
se les notan los años en la cara. Ya pasó aquella época
en que yo gozaba mirando aquellos rostros frescos y jóvenes.
Nos olvidamos de que cada edad tiene su belleza y su riqueza,
que sólo el paso de los años puede darnos fortaleza interior
y esa seguridad que la juventud no tiene. A veces, olvidamos también,
que lo más importante es tener un corazón siempre joven,
un alma alegre y llena de vida, una belleza interior.
Dame esa belleza interior,
llena mi corazón de tu alegría divina,
de esa juventud interior que nunca se acaba.
Dame la gracia de descubrir lo bueno que tiene
esta edad que tengo, para no desgastar mis energías con nostalgias.
No permitas que me domine ese culto al cuerpo
que aparece en la televisión y en la publicidad,
no dejes que me haga esclavo de productos
que me hacen creer que para mí el tiempo no pasa.
Te entrego, Señor, el tiempo que pasa,
y te pido que fortalezcas todo mi ser con tu vida que nunca se acaba.
Sana con la fuerza de tu amor esa nostalgia
que a veces me invade por los años que ya pasaron,
enséñame a ver las cosas que me dejó la experiencia de esos años,
y dame el gozo de enfrentar los nuevos desafíos
y las nuevas oportunidades que me da la vida.
Amén.
Victor Manuel Fernández y equipo.