Desde lejos, aterido, abrumado,
nostálgico, culpable.
Incapaz de mirarte, avergonzado
por los renglones torcidos de mi historia.
Indeciso. Atrapado tras el muro que yo mismo he levantado.
Curvado sobre mí, cada vez más solo,
más triste, más roto.
“Vuelve a casa”. “Vuelve conmigo”. “Vuelve pronto”. “Vuelve ahora.”
Tu canción se clava, como flecha en mi entraña.
No hiere. No mata. Es el amor
salvando abismos para salvar personas.
Padre, he pecado contra ti,
ya no merezco llamarme
hijo tuyo…
“Calla, y abrázame. Hijo mío”.
Desde cerca, reconciliado, todo empieza de nuevo.
José María Rodriguez Olaizola, sj