Señor, somos tan débiles que la fuerza misma de tu amor
no basta para impedir nuestra infidelidad;
somos tan frágiles que el menor viento
nos aparta de los principios más sólidas.
Nuestras palabras van por un lado
y nuestros gestos por otro.
Te valoramos en nuestras proclamas y declaraciones
y nos olvidamos de Ti en la vida cotidiana:
nuestras manos desvirtúan lo que afirman nuestros labios.
Larga es, Señor, la serie de nuestras infidelidades
de nuestras traiciones, de nuestra falta de lógica.
Que seamos, Señor, un poco más coherentes
y que nuestras actitudes de todos los días
no desmientan nuestras afirmaciones a veces tan solemnes,
para que nuestra historia llegue a ser
la de nuestra fidelidad, menos segura de sí,
más segura de Ti y de tu fidelidad.
Paul Guilmot