La masacre del último domingo en la nación asiática de Sri Lanka conmovió a todo el mundo, independientemente de las creencias religiosas. Más allá de lo lejano que nos pueda parecer el suceso, nos sirve como punto de partida para analizar algunas cuestiones delicadas de nuestra realidad.
A pocos kilómetros de distancia, y separada de la India por el estrecho de Palk, Sri Lanka es un país del que tal vez algunos oyeron hablar por primera vez durante estos días, debido a los desafortunados sucesos que son de público conocimiento. La tierra de la que es oriundo el padre Ignacio Peries se vio conmovida el pasado domingo 23 de abril por una serie de atentados que incluyeron la detonación de ocho bombas en tres iglesias (dos católicas y una protestante) y en tres hoteles de lujo, que dejaron más de 300 muertos y 500 heridos. Los hechos tuvieron lugar en Colombo, capital comercial y ciudad más poblada del país.
Como señalábamos con anterioridad, el episodio puede parecernos lejano a simple vista, y a lo sumo producirnos pesar y consternación en nuestro interior, pero no nos toca las fibras íntimas. Y aunque todos nosotros estemos lejos de vivir situaciones similares, es importante ir al trasfondo de las cosas para interpretar mejor los contextos.
Es indudable que quienes cometieron este acto fueron movidos por el odio, el resentimiento y el rencor. Esos son sentimientos con los que nosotros muchas veces nos encontramos y que debemos aprender a combatir. Trasladándolo a nuestra realidad y a nuestro día a día, son muchas las situaciones en las que nos vemos movilizados por estas sensaciones que nos vienen del mal espíritu.
¿Cuántas veces discriminamos al otro por su condición social, ideológica o simplemente porque es diferente? Sin dudas que la diferencia debe ser un factor de acercamiento hacia la otra persona, para aprender y crecer, y no un elemento que genere odio ni indiferencia.
Muchas veces debemos identificar estos sentimientos en nuestro interior, y descifrar cuándo estamos actuando bajo la influencia de estos malos consejeros. Pidámosle a Dios que nos ayude a conocernos un poco más a nosotros mismos y a no ejercer diferenciaciones con aquellas personas o ideas que son distintas.
Ignacio Pueyo