La última alegría
fue quedarte marchándote.
Tu subida a los cielos
fue ganancia, no pérdida:
fue bajar a la entraña, no evadirte.
Al perderte en las nubes
te vas sin alejarte,
asciendes y te quedas,
subes para llevarnos,
señalas un camino,
abres un surco.
Tu ascensión a los cielos
es la última prueba
de que estamos salvados,
de que estás en nosotros
por siempre y para siempre.
Desde aquel día la tierra
no es un sepulcro hueco,
sino un horno encendido:
no una casa vacía,
sino un corro de manos:
no una larga nostalgia,
sino un amor creciente.
Te quedaste en el pan,
en los hermanos,
en el gozo, en la risa,
en todo corazón que ama y espera,
en estas vidas nuestras
que cada día ascienden a tu lado.
José Luis Martín Descalzo