Reflexión del Evangelio del Domingo 07 de Julio (Francisco Bettinelli, sj)

Evangelio según San Lucas 10, 1-12. 17-20

El Señor designó a otros setenta y dos, además de los Doce, y los envió de dos en dos para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir. Y les dijo: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. ¡Vayan! Yo los envío como a ovejas en medio de lobos. No lleven dinero, ni provisiones, ni calzado, y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Al entrar en una casa, digan primero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Y si hay allí alguien digno de recibirla, esa paz reposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes. Permanezcan en esa misma casa, comiendo y bebiendo de lo que haya, porque el que trabaja merece su salario. No vayan de casa en casa. En las ciudades donde entren y sean recibidos, coman lo que les sirvan; sanen a sus enfermos y digan a la gente: “El Reino de Dios está cerca de ustedes”. Pero en todas las ciudades donde entren y no los reciban, salgan a las plazas y digan: “¡Hasta el polvo de esta ciudad que se ha adherido a nuestros pies, lo sacudimos sobre ustedes! Sepan, sin embargo, que el Reino de Dios está cerca”. Les aseguro que en aquel Día, Sodoma será tratada menos rigurosamente que esa ciudad”. Los setenta y dos volvieron y le dijeron llenos de gozo: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre”. Él les dijo: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos. No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo”.


72 discípulos que salieron de misión. ¿Qué sabemos de ellos? ¿Cuáles son sus nombres? ¿Cómo son sus historias? No sabemos nada. Solamente que fueron enviados por Jesús, que anunciaron su llegada y la venida del Reino, y que “sus nombres están escritos en el cielo”.

Para Lucas, el discipulado expresa lo más propio de la vocación cristiana: el seguimiento de Jesús. Si bien no sabemos ni sus nombres ni sus historias, sabemos lo más importante de estos hombres y mujeres: siguieron a Jesús por el camino rumbo a Jerusalén. Hay una primera característica del seguimiento que resalta. Seguir a Jesús no es quedarse quieto. Por el contrario, implica movimiento, dinamismo. Seguir a Jesús es ante todo ponerse en camino.

Este ponerse en camino no es en vano. Tiene un para qué, una misión. Son mensajeros que anuncian la Buena Noticia: la llegada de Jesús y del Reino. Anuncian una paz –Shalom- que no es suya, sino que viene de Dios. Pero nadie puede hablar de lo que no conoce. Conocieron en Jesús esa paz y por eso pueden anunciarla. Vivieron esa intimidad que les permite ponerse en camino libres de toda posesión, pero llenos de confianza en el Dios que trae la paz. El seguimiento solo es posible desde una experiencia íntima de la paz que trae Jesús. Experiencia que no nos hace dueños de esa paz, sino que nos abre los ojos para reconocerla allí a donde somos enviados: “la cosecha es abundante”.

Estos discípulos se acercan a los pueblos sin nada en sus alforjas y sin esperar nada a cambio. Quizá, es justamente su pobreza lo que les permite entrar en los hogares. Lo que los hace creíbles, dignos de confianza. A veces, en la misión, la no-posesión es más efectiva que la abundancia de medios. Nos hace uno más con la gente, nos iguala, nos pone en el lugar de servidores, de quienes tienen mucho que aprender. Le da más consistencia a la palabra. El seguimiento, entonces, implica no solo un para qué sino también un cómo. Un cómo que transforma todo el propio estilo de vida.

¿Qué caminos me abre el seguimiento de Jesús? ¿Cuál es mi experiencia de esa intimidad que me da paz y me abre los ojos para reconocerla en el camino? ¿De qué modo el seguimiento transforma mi estilo de vida? Preguntas que deja abiertas este Evangelio.

Francisco Bettinelli, sj

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