Señor, dame tu amor,
que me haga perder mi “prudencia humana”
y me impulse a arriesgarme a dar el salto,
como San Pedro, para ir a Ti:
que no me hundiré mientras confíe en Ti.
No quisiera oír:
“Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?”.
Cuántos motivos teológicos, ascéticos,
de prudencia humana,
se levantan, en mi espíritu
y tratan de demostrarme
“bajo apariencia de bien”,
con muchas razones humanas,
que aquello que Tú me inspiras y pides
es imprudente: una locura.
¡Tú, Señor, según eso,
fuiste “el más loco de los hombres”,
pues inventaste esa insensatez de la cruz!
¡Oh, Señor!, enséñame
que esa insensatez es tu prudencia,
y dame tal amor a tu persona
para que sea yo también
otro loco como Tú.
Pedro Arrupe, sj