“La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose” (Julio Cortázar)
Tiempo de adviento, tiempo de espera, tiempo de escucha, tiempo dejar los miedos, tiempo de mirar tierra adentro…
Para rezar con Isabel, vamos a mirarla, escucharla desde dos perspectivas y desde ahí animarnos a mirar y a escuchar nuestra historia y rezar con ella.
La primera mirada, es a Isabel, a quién se le acabaron los sueños de ser madre, a la que poco a poco se le fueron muriendo los deseos de muy adentro, esos deseos que nos alimentan el alma, esos deseos que nos dan fuerzas para salir adelante en las peores situaciones .
La otra mirada es a la Isabel llena de gozo, plena de alegría por la noticia de que iba a convertirse en madre. Su mirada es renovada cuando descubre al Dios tierno y rico en Misericordia, al Dios bueno, lleno de amor. Descubrir con ella y admirarnos por saber que los tiempos de los hombres no son los tiempos de Dios.
Y podemos elegir quedarnos con la primera mirada; esa que no tiene esperanza, llena de miedos, sin deseos, sin sueños.
O podemos quedarnos con Isabel, la que no sé dejo vencer por la desesperanza, los miedos, y desde ahí animarnos a mirar mi/nuestra historia, atravesada por un pasado, forjador de mi presente “aquí y ahora”. Hoy, soy está mujer, esté varón, que lucha al Igual que Isabel, por sus sueños, que no se deja vencer por los miedos, que lucha cada día por esos deseos más íntimos, esos que nos dan vida, esos que nos hacen reír desde el alma. Es importante descubrir en Isabel las voces que ella escuchaba, las voces que nos dan aliento, esperanzas, alegrías, fuerzas para seguir soñando por nuestro futuro, pero para eso, tengo que aprender de mi pasado y vivir mi presente, con todo lo que trae cada momento, cada instante.
María e Isabel
Desde siempre el Amor mira
el rostro jadeante de la tierra.
Cuando llegó la plenitud del tiempo, a Isabel
ya se le habían ahogado los sueños
en el mar muerto de la esterilidad,…
En la esterilidad de Isabel,
en la primavera de María,
acudió como savia silenciosa
la sabiduría y la fuerza del Dios
que se hizo no poder y no saber
para enraizarse con nosotros…
Benjamín González Buelta, sj
Hna. Teresa Alarcón, rjm