Estés de vacaciones o no, intentamos armar escenarios nuevos para recrearnos y descansar, o al menos, cambiar la rutina. ¿Qué buscás? ¿Qué buscamos? es el gran interrogante del hombre y de la humanidad.
La búsqueda es parte de nuestra vida humana. La mayor parte de nuestras vidas la pasamos buscando respuestas a nuestros interrogantes. Quizás también en algún momento de la vida por algún sacudón, sea por dolor o por cambios, empiezan a aparecer con más fuerza “¿Qué es lo que busca mi vida?”
Un día Jesús dirá “el que busca encuentra”. Es una promesa rotunda y sin límites. Somos nosotros quienes ponemos límites a nuestras búsquedas. Encontramos algunos aspectos de la vida cristiana y nos quedamos como instalados y dejamos de buscar. Creemos que ahí está el todo, y nos vamos instalando, construyendo nuestros castillos que a veces son de arena. Es como cuando uno encuentra un momento de bienestar en la vida y creemos que es el paraíso, y buscamos hacer “las 3 carpas”. Dios es infinitamente más grande que lo que hemos encontrado. La manera de seguir buscando y encontrando es quedarnos con Jesús como aquellos discípulos. Es escucharlo y aprender. Esa será su metodología como Maestro para con cada uno de nosotros. Implica una continua búsqueda y encuentro.
El encuentro verdadero lleva consigo un diálogo y una revelación. Dos discípulos de Juan admirados le preguntan “Dónde vives?” “Vengan y vean”. Es una invitación hermosa porque la experiencia compartida es el mejor testimonio. El compartir, experimentar la vida de Cristo es la mejor experiencia que uno puede desear.
Recuerdo aquel hermoso documento de la Iglesia en América de San Juan Pablo II que hablaba de la necesidad de los cristianos de tener una experiencia de Cristo vivo. Muchas veces nuestra fe pasa más por ideas y conocimientos intelectuales. Aquel documento decía “Hoy el cristiano necesita un experiencia de Cristo vivo”. […] Nadie les va a vender nada, ustedes mismos lo vivirán. A partir de ahora la tarea del Cristiano será este proceso: encontrarnos con Jesús, vivir con Él, rastrear sus huellas y seguirlo. Si no tenemos experiencia de Cristo vivo a nuestra mesa le faltará una pata.
En el documento de Aparecida, se van mencionando una serie de lugares donde encontrarlo: en la palabra, en la eucaristía, en la comunidad, en el día domingo, en el pueblo, en los humildes, en los enfermos, también en los pecadores, nosotros mismos. El Mesías a multiplicado sus rostros y su presencia.
[…] Dios se pone a nuestro alcance para que nuestra búsqueda no sea sin rumbo ni alocada sino que sepamos para dónde ir. Esa búsqueda de aquello que tiene que llenar nuestra vida va a toparse con éstas experiencias que el Señor eligió como modo para llegar a nuestro corazón.
También podemos encontrar al Señor en lo profundo de nuestro corazón, también en nuestra pequeñez, en nuestros dolores y sufrimientos, en aquellos que forman parte de nuestra vida. Allí está el rostro concreto de Dios que te dice “vení y mirá”.
P. Daniel Cavallo