Donde hay peligro crece también lo que salva” Hölderlin
Hace poco recibí una carta de un amigo en la que me escribía: “La esperanza es la certeza de que lo mejor está por venir. Y por más que trabajemos, no nos es lícito exigir ni esperar siempre los frutos de lo que hacemos.”Y me quedó resonando la contundencia de su convicción.
Después de terminar la carta volví al Barrio pobre donde trabajo y me contaron que una niña de 13 años ofrecía sexo oral a cambio de un porro y que un padre obligaba a su hijo estafar a su madre a cambio de permisos para salir a bailar.
Entonces hice eclosión. Estallé de ira y escepticismo contra todo tipo de esperanza. ¿“Lo mejor está por venir”? Si al ver la realidad que me rodea pareciéramos sin remedio ¿A quién se le ocurre tener esperanza cuando la certeza de que “el hombre destruye al hombre” es cada vez más clara? ¿Y encima no me es lícito esperar los frutos de mis buenas obras, de mis intentos por un mundo mejor?
Caí en el silencio por varios días. No encontraba contrargumentos a la certeza que había cosechado. Recé. Pensé. Callé. Traté de seguir haciendo lo que me tocaba hacer sin pensar demasiado (¡como si esto fuera posible!).
Hasta que poco a poco fue apareciendo la imagen del aquél Sembrador que tiraba las semillas por todos lados sin importarle dónde cayeran. Fuera en tierra fértil, entre las espinas, las piedras, o al borde del camino, el Sembrador esparcía su semilla. Es más, no le importaba dónde caían. Simplemente sembraba.
Así, comenzó a germinarme la frase de la carta de mi amigo y se fue tornando cada vez más clara, más nítida al corazón. La ira contra la esperanza cesó y creció una alegría no inventada. Ahora podía ver que en estos tiempos desconcertantes de crisis humanas y ecológicas, políticas e institucionales, sociales y culturales, de futuros completamente improbables e inciertos, la esperanza está en la siembra gratuita. Quizá no sean tiempos de ver con claridad, sino de confiarse en Él. ¡¿Cómo nos va a abandonar?!
Ésta es la tarea que renueva la esperanza hoy: sea como sea, sea donde sea: SEMBRÁ. Porque todo lo que siembres ya fue puesto en vos, y el mundo lo espera. Sembrá tu semilla de amistad, aceptación y compasión. Sembrá gestos, abrazos, fiesta. Sembrá ternura, paz, amor. No importa a quién ni dónde, sólo vale el “cuándo”: hoy. Sembrá por sembrar, como aquél Sembrador Gratuito que sabe lo que hace. Sembrá la vida con tu hoy dedicado a servir. Sembrá tu vida estudiando y trabajando sin escatimar esfuerzos.
Y cuando cada noche te vayás a dormir hacé silencio dejando que brote la sensación de haber sembrado. Verás cómo Jesús arrima a tu corazón una esperanza serena y pacífica que te hace descansar en su misericordia y confiar en que su Padre sostiene el mundo y todos tus deseos. Él nos lleva. Dejate llevar.
Emmanuel Sicre, sj