Un cristianismo sin fuego y sin amor, de gente tranquila, de personas satisfechas, de hombres temerosos, o de los que gozan con mandar y desean ser obedecidos, un cristianismo así no hace falta: los que tienen consuelo en su interior, abundancia en su hogar, honores en la sociedad, ¿Para qué necesitan a Dios?
Entonces, ¿qué debería hacer un seguidor de Jesús, hoy?
Dar, siempre dar, hasta que se nos caigan los brazos de cansancio. (…) No sólo hay que darse, sino darse con la sonrisa, hacer la vida de los que nos rodean sabrosa y agradable.
Cada uno tiene posibilidad de hacer algo, cada uno siguiendo su carácter: unos alegres, otros artistas, otros tranquilos y pacíficos, otros simpáticos… Cada uno cultivando su naturaleza. La gracia supone la naturaleza.
San Alberto Hurtado, sj