Se me hace difícil resumir el recreativo con un adjetivo, un sentimiento, una simple palabra. Todo lo vivido durante la semana es inmedible. Las sonrisas y los abrazos de los chicos todas las mañanas; las experiencias vividas con los vecinos del barrio durante la misión; los enriquecedores momentos compartidos con el grupo misionero, son algo que no pueden ser vistos sino desde los ojos del amor.
Durante mi paso por la primaria y la secundaria de mi escuela siempre lleve en mi espalda el lema “amar y servir”, dos acciones que marcaron y fueron los pilares fundamentales del recreativo.
AMAR desde lo básico, desde lo cotidiano, en cada oportunidad que tuve estos días, con cada persona que se cruzó en mi camino. Apreciar cada gesto de los chicos; sea un beso; una caricia; un abrazo, gestos completamente sinceros, que salen del alma, reflejos de nuestras propias acciones. Ser cómplice de la felicidad y pureza de los chicos, escucharlos, entenderlos, ser parte también de su inocencia. Sentir cada testimonio, vivencia y experiencia oída y vivida durante la misión, ser permeables a través de estas y descubrir que Dios actúa de maneras misteriosas e invisibles para todos nosotros; pero comprensibles a través de la fe. Amar sin murallas; con el corazón, con la misma humildad que recibimos en cada casa que visitamos.
SERVIR en todo, sin compromisos, sin esperar recompensas. Darse a los demás. Ser útil para los demás. Asemejarse a Jesús, quien vino a servir y no a ser servido. Comprender que cuando uno mismo se brinda desde el alma, también se está encomendando a Él. Convertir nuestro espíritu en una herramienta universal, constante, que busca la paz, el silencio y la serenidad donde Dios habita. Que la mejor recompensa posible del servicio es la benevolencia divina del Padre para con nosotros.
A simples letras; la mayor enseñanza que me llevo de este recreativo es aprender a vivir en Dios a través del prójimo. En cada una de todas las personas con quienes compartimos la semana estaba Dios. Encontrarlo en su estado más puro, desde la humildad, la sinceridad y la transparencia, fue el regalo más grande que me lleve.
Federico Molina
Recreativo 2017 – Benito Legerén (Concordia, Entre Ríos)