¿Y por qué no voy a hablar, en voz muy alta?
Contra el silencio impuesto por poderes injustos y leyes muertas.
Contra el mal amor que se disfraza de fidelidad.
Contra la seguridad de algunos, comprada a precio de la libertad de otros.
Contra los dispensadores de veredictos.
¿Y por qué no voy a hablar, en voz muy alta?
A favor de los pobres, de los mansos, de los débiles.
A favor del evangelio que quita cadenas y pone horizontes.
A favor de una Palabra hecha carne, hecha caricia, hecha ternura.
A favor de la vida en un camino,
con el viento en la cara,
con el suelo hollado a pie descalzo,
con amigos en cuyo hombro reclinar la cabeza,
con la verdad, la justicia y el amor como banderas.
Que todas las vidas sean canto.
Desde un pesebre
hasta una cruz que no ha de dar la última respuesta,
porque, más allá, brilla la luz. Para todos.
Por eso canto.
José María Rodríguez Olaizola, sj