Jesús camina a Jerusalén

Nosotros nos ponemos con Jesús en marcha hacia Jerusalén. Es la lenta marcha entre la Transfiguración hasta entrar a Jerusalén con momentos antes de la pascua, bien agitados y polémicos. Éste es un Jesús que no viene a traer la paz sino la guerra, es decir que viene a sacar afuera los conflictos, confrontaciones. El reino de Dios crece así, como el trigo y la cizaña, en medio de las polémicas de los hombres, porque Dios no elude la realidad de los hombres sino que la asume.Jesús asume nuestra realidad y nos dice que el amor es más fuerte, y más grande que los conflictos. Somos más que los conflictos.

Así también Jesús es tajante con el amor cuando nos comprometemos con alguien para compartir la vida. No hay que dejarse llevar por los caprichos y vaivenes del deseo así nomás, sino que el amor es algo mucho más grande(…). Pensar y repensar el vínculo y el compromiso.

Vamos a caminar con Jesús y vamos a sentir desconcierto, la admiración y a veces la incertidumbre que tienen los discípulos. Porque así es nuestra vida y nuestro caminar con Jesús: muchas veces no entendemos, y nos ponemos frente a situaciones que nos dan alegría y paz, y a veces quedamos en vilo. Así va a ser esta marcha. Contemplemos a Jesús que marcha a Jerusalén y tomemos alguna imágen o pasaje que nos ayude a encontrarnos con este Jesús que camina sobre las brasas, en medio de nuestros problemas. Jesús se mueve entre las polémicas, los chismes y los comentarios… y todo eso forma parte de nuestras vidas, y Jesús viene con nosotros.

Jesús también se encuentra con aquel que quería ser bueno y lo era, pero que le costaba mucho dejar sus seguridades. El joven rico que no pudo soltar sus seguridades por seguir a Jesús. La esperanza implica entrega, la apertura del sol de la profundida de mi vida implica dejar algunas cosas… Eso no quiere decir venderlo todo, sino que en mi corazón tomo distancia de todo y lo pongo a Jesús en el centro. Es la invitación que nos hace Jesús a nosotros que también tenemos alguna riqueza guardada y que estamos aferrados. Que nos llegue su luz al corazón y podamos ver a qué estamos aferrados. Dejá que te resuene dentro. Rezar es abrir el corazón para que Dios entre con su verdad. Necesitamos remojar el alma para que se esponje y pueda ser bien cocinada por el espíritu.

Seguimos la marcha a Jerusalén y entramos con Él, que para nosotros es el comienzo de la Semana Santa. Ahí Jesús tendrá palabras fuertes y contundentes: echará a los mercaderes del templo, maldecirá a la higuera estéril. ¿Damos frutos? En los momentos de dificultades saldrá lo peor y lo mejor, y es bueno que intentemos que reine lo mejor. Echemos los vendedores de porquerías que tenemos en el corazón, los falsos cambistas y comerciantes que nos quieren vender cosas que no nos sirven desde dentro del corazón.
Jesús nos va a decir que Dios es un Dios de vivos no de muertes. Es un Dios cálido y vivo, donde la vida vale mucho más que la muerte, donde el amor debería ocupar toda nuestra energía y no el egoísmo y las mezquindades. ¿Será ingenuo este Dios?. La fe nos va a decir la verdad. Abrir el corazón a su verdad.

Fernando Cervera, sj

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