Luego de resucitar; luego de visitar personas mostrando con su presencia llena de vida que había vencido la muerte, y luego de dejarles el mandamiento de “ámense los unos a los otros, como los yo los amé”; Jesús subió a los cielos, con su padre Dios. El Maestro, aquél que había curado a tantos enfermos, aquél que puso en el centro de su misión a los más pobres y excluídos, a las mujeres y a los niños, aquel que perdonó al pecador, aquel que con sus palabras llenó el corazón de miles de personas, se había ido.
¿Qué harían ahora sin él? ¿Quién estaría en los momentos de soledad, de dolor, de enfermedad? ¿Quién tendría la palabra justa, el gesto indicado, el abrazo tan necesitado, ahora que Él no estaba más? Además, ahora que los cristianos eran perseguidos ¿quién los protegería, si no era el Maestro?
Esto que les pasó a los amigos de Jesús es algo muy humano, que nos pasa a todos en momentos de nuestras vidas. ¿Cuántas veces me hubiera gustado que la respuesta bajara del cielo; que el consuelo llegara en mi momento de dolor; que la salud le fuera devuelta a un familiar, o a mí? Jesús vivió con sus amigos, pero llegado el momento se fue. Ahora, sin Jesús, ¿el mundo quedó solo? Hoy, ¿estamos solos?
Seguramente, habrá momentos en los que siento que la soledad es la última palabra. El mismo Jesús lo sintió así también (recordemos que a punto de morir en la cruz, mirando al cielo dijo: “Padre, ¿porqué me abandonas?”). Pero no veo un mundo solitario. No veo un mundo de tristeza. Me niego a verlo así. Veo amigos, veo familias, veo vecinos, compañeros. ¿Con problemas? Sí. ¿Con defectos? Claramente. Pero en esa imperfección, incluso allí, Jesús habita. En el apoyarse, en el acompañarse, en la solidaridad de estar cuando el que tengo cerca no puede, confiando que él va a estar para mí cuando yo no pueda.
La Buena Noticia de Jesús no está muerta en un pasaje bíblico. Ni se fue al cielo cuando Jesús se fue. Habita en cada hombre. Habita en cada sonrisa, en las risas entre amigos, en cada gesto de amor, en cada acto de solidaridad ante una adversidad. Descubrir esa Buena Noticia viva en nuestra realidad es el sentido de nuestro paso por el mundo.
Grupo de Comunicación San Ignacio
Red Juvenil Ignaciana Santa Fe