Como el niño que no sabe dormirse
sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobres tus manos, al caer la tarde.
Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura
sabiendo que eres Tú quien nos aguarda.
Tú endulzarás mi última amargura,
Tú aliviarás el último cansancio,
Tú cuidarás los sueños de la noche,
Tú borrarás las huellas de mi llanto.
Tú nos darás mañana nuevamente
la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
Tú me darás una mañana viva.
José Luis Martín Descalzo