“Jonatan ‘Bam Bam’ Funes fue asesinado cuando salía de visitar a sus hermanos de la cárcel. ‘Te dejamos viva para que cuentes lo que pasó’, le advirtieron a su novia”. Eso reza la foto tomada por Juan José García y publicada el 8 de abril en el diario Clarín.
Rosario sangra por la herida. Los enfrentamientos entre los clanes Funes y Camino por el negocio del narcotráfico han sobrepasado los límites de lo imaginado durante los últimos años.
Según estadísticas del año 2017, 4 de cada 10 homicidios en nuestro país son producidos por el narcotráfico. Solo en Rosario, hubo 400 asesinatos de este tipo en el año 2016.
Y mientras los medios califican los hechos de “espectaculares” o “cinematográficos”, miles de personas y de familias que se encuentran en el medio del fuego cruzado, casi literalmente, se desmenuzan y sufren pérdidas irreparables, desde lo humano y lo afectivo.
¿Qué nos habrá pasado como sociedad para llegar a este extremo? Cuántos proyectos personales arruinados por la droga. Cuántas familias destrozadas por quienes consumen y quienes venden.
La cantidad de vidas, de ideales, de valores, de afectos perdidos en el medio del desconocimiento total, nos hacen dar cuenta que una bala puede destruir algo más que un cuerpo.
“Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra en herencia.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados serán cuando los injurien, los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa.
Alégrense y regocíjense porque su recompensa será grande en los cielos.” (Mt 5,3-12)
Una vez más, Cristo nos invita a conservar la paz, nos llama a ser mansos y humildes, para así ser recompensados en el reino de los cielos.
Ignacio Pueyo