Hay muchas formas de vivir… Si, existen aquellos que eligen centrar su foco en lo que ya pasó; existen también los revolucionarios y revoltosos, que solo pueden anticiparse al porvenir, existen los que viven y ya, el hoy, el día a día. Pero también existen aquellos que sueñan, que dejan todo, que se entregan, que proyectan. Y a mi, en particular, los que más me gustan son estos últimos…
No se trata de vivir de los sueños sino de vivir soñando, no es ser infantil, pensar en imposibles o irreales… Sino trabajar con el corazón y en el corazón aquello que uno anhela, trabajar para que ello suceda, dejarse ver, entender que lograr eso que queremos solo depende de cuánto nos demos.
Quizás muchos se priven de soñar porque en su trasfondo está mostrar el corazón, porque soñar es eso, dar el corazón y darse desde el corazón. Soñar es reconocer que somos capaces de lograr aquello en lo que pongamos nuestro empeño, pero, es también mostrarnos débiles y sujetos a un corazón que late por lo que siente..
¿Qué es lo que queres alcanzar? ¿Cuáles son tus anhelos más profundos? ¿Cuáles tus deseos más preciados? ¿Qué te frena y no te deja alcanzarlos? Cumplirlos puede que resulte todo un desafío; pero, en realidad, el reto más grande está en entender que aquello que proyectamos no es inalcanzable, porque para los sueños eso no existe, no hay imposibles. El desafío más grande está en dejarse ver desde la fragilidad del alma, dejarse encontrar por uno y empezar a soñar…
Sí, es verdad, soñar no garantiza el “éxito” pero supone el vivirlo con el corazón; y en definitiva, ¿qué mejor que eso? ¡Hagamos camino al soñar!
Clarita Alesandria