En medio de la delicada situación social que vive nuestro país, unos piden flan, otros apuntan a los cuadernos de las coimas y muchos se expresan en favor de la educación pública, luego de más de tres semanas de paro.
El contexto social en la Argentina jamás se caracterizó por ser lo que llamaríamos estable. Ni económica ni socialmente podríamos decir que esta nación está en época de vacas gordas. Y hoy más que nunca la grieta parece abrirse hasta convertirse en un precipicio que difícilmente vuelva a unir sus dos extremos.
Independientemente de las posturas ideológicas de cada cual, lo que no se puede negar es que nuestra realidad hoy nos pide ser conscientes de los tiempos que corren. La inflación y el dólar suben, los salarios caen, y quienes quieren estudiar se ven impedidos por un cese de las universidades que se extenderá, al menos, hasta septiembre.
El llamado a involucrarnos puede parecer demasiado grande, dentro de la gran cantidad que conflictos. Sin embargo, detengámonos a pensar ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Es cierto que las campanas son muchas, y que algunas de ellas simplemente desean que no escuchemos a las demás, o bien confundirnos porque sí. Es preciso hacer una pausa y encontrar al buen espíritu que nos busca.
En el evangelio de hoy, Jesús nos habla de abandonar la orilla, de ser profundos y zambullirnos de cuerpo entero en esta realidad que, por momentos, nos ahoga.
«¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que cierran a los hombres el Reino de los Cielos! Ni entran ustedes, ni dejan entrar a los que quisieran.
¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que recorren mar y tierra para conseguir un prosélito, y cuando lo han conseguido lo hacen dos veces más digno de la Gehena que ustedes!
¡Ay de ustedes, guías, ciegos, que dicen: ‘Si se jura por el santuario, el juramento no vale; pero si se jura por el oro del santuario, entonces sí que vale’!
¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante: el oro o el santuario que hace sagrado el oro?
Ustedes dicen también: ‘Si se jura por el altar, el juramento no vale, pero vale si se jura por la ofrenda que está sobre el altar’.
¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar que hace sagrada esa ofrenda?
Ahora bien, jurar por el altar, es jurar por él y por todo lo que está sobre él.
Jurar por el santuario, es jurar por él y por aquel que lo habita.
Jurar por el cielo, es jurar por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él.” (Mt. 23, 13-22)
Ignacio Pueyo