Llega fin de diciembre y comenzamos a tomar conciencia de nuestro recorrido en esta medida de tiempo que llamamos año. Hacemos balances, reflexiones sobre nuestras decisiones, nuestras elecciones y también proyecciones lo que se viene en el año que comienza.
Cada año seguro fue muy diferente para cada uno, con sus vicisitudes. Pero para todos, a nivel país, seguro que fue un año más duro que años anteriores.
Algo nos quedó claro: no podemos esperar soluciones mágicas ni adoptar un pensamiento deseante; mucho menos (como hacen tanto dirigentes del oficialismo como de la oposición) dar cátedra sobre lo que hay que hacer sin explicar el cómo.
Según el FMI la economía argentina entrará en las peores del 2018 y el panorama para el 2019 continuará siendo desalentador: la economía seguirá empeorando; sin crecimiento y con un aumento en la recesion.
Mientras tanto, y como siempre, hay pueblos que la están pasando mucho peor: países como Yemen, Sudán del Sur, Irak, Siria, Venezuela, sufren la guerra, el hambre, dictaduras y la emigración. Todo esto, todo este dolor, existe y sucede, aunque los medios nos llenen de publicidades y poca información valiosa. Porque sí, lo que no nos muestra el noticiero, aunque a veces no nos parezca, sucede, existe…
Espero que el muy conocido dicho (y quizás por ello desgastado; convertido en cliché) “pequeñas personas, haciendo pequeñas cosas, pueden lograr grandes cambios” no pierda por ello su significado, porque ahí sí que se nos achican los horizontes y las esperanzas, y no podemos ver que no todo está perdido, que nuestro granito de arena sí cuenta.
Mi deseo para este 2019 que comienza es empaparnos de esta realidad para ver qué nos genera, a qué nos interpela.
Mili Raffa