Al modo de María, haciéndole espacio a Jesús en nuestra vida

Quiero comenzar compartiendo una experiencia que me habla mucho en este tiempo de adviento, y que en particular nos puede acercar a la actitud de acogida y de dejarse guiar por el Espíritu de María.

Isidora es una señora del barrio en el que vivo. Es una de esas “doñas” que despliega su maternidad, su don de generar vida y de cuidar de otros, lo que la hace luchar y velar por el bien de cada uno de los de su familia. Para ella todo se fue volviendo muy duro, cuando uno de sus nietos que ha criado como a un hijo desde pequeño se vio atrapado en el mundo de las drogas. Con mucho dolor ella veía cómo la vida de su querido hijo iba perdiendo sentido, sueños, horizonte, además de sentir que él “ya no era el de antes”, recurría a la violencia, y era muy difícil vivir en paz dentro de su propio hogar. También sentía que su familia se estaba derrumbando y empezaban a haber divisiones entre los que apoyaban a su hijo y los que no querían saber nada con él.

Fue en medio de su desesperación, de su no saber ya más que hacer, que en una de las visitas a su casa le pidió a una de las hermanas de mi comunidad que le enseñara a rezar el rosario. Quería poner la vida de su hijo, la situación de su familia, su impotencia y su dolor en las manos de María.

Para Isidora, rezar el rosario fue y sigue siendo la manera de hacer espacio a Dios en su vida, de abrirse a la acción del Espíritu y dejarse trabajar por él. Y cuánto tiene que ver el modo de esta mujer con el modo de María, mujer creyente, que al decirle sí a Dios, le dio espacio a que Jesús tenga lugar en su vida. María se pone a nuestro lado para enseñarnos cómo acoger al Jesús que llega, cómo abrirnos a su presencia, cómo escuchar su Palabra.

Quizá la vida hoy me está poniendo en una situación de comenzar un proyecto para mi vida, quizás en un momento de dudas, quizás en un momento de dolor… Mirando a María, podríamos preguntarnos: ¿Le doy espacio a Dios en la realidad que estoy hoy viviendo? De eso se trata el tiempo de adviento, y ese es también el modo de María, hacer espacio para que Dios nazca, para que tenga lugar en nuestra vida, que se haga historia en la propia historia.

Hacerle espacio a Dios en la propia vida es hacer presente la vida de Dios entre nosotros, es hacer que la vida en nuestro mundo sea cada vez más humana, a la manera de Jesús. Él, que supo ser tan profundamente humano, que su sola presencia era ya presencia de Dios; que no contrapuso lo humano a lo divino, sino que nos vino a decir que mientras más humanos seamos, más cercanos a Dios seremos.

Por eso, darle espacio a Dios en nuestra vida, diciéndole sí como María, nos compromete a luchar contra todo lo que nos deshumaniza. En los tiempos que hoy corren, inmersos en una sociedad donde hay guerras, donde la violencia va ganando cada vez más terreno, donde la búsqueda del poder y del propio beneficio nos va volviendo cada vez menos humanos, es momento de decir junto a María: ¡Ven Señor Jesús! Queremos darte espacio en nuestra vida, nuestras familias, nuestros barrios, nuestro mundo, para que nos muestres el modo de ser cada día más humanos, más hermanos.

Agustina Cetta

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