Arisco,
reticente,
lejano y encerrado.
En la fase
de no dejarme amar,
a la defensiva.
En la ingenuidad
de creerme capaz de ser yo
quien ame primero.
Grosero a tus delicadas formas.
Incapaz de reconocerme
débil.
Aunque me cueste decirlo:
Ven, acércate,
y tócame el corazón de
nuevo.
Restaurame
este ser hijo tuyo
algo caprichoso
torpe,
infantil.
Acaríciame la cabeza
y hazme escuchar tu voz
diciendome:
«te amo».
Emmanuel Sicre, sj