Que pueda quitarme de encima lo que me estorba
y el pecado que me ata,
para correr en la carrera que me toca,
sin rendirme, sin abandonar,
fijos los ojos en Ti, Jesús,
que ya has corrido,
y que inicias y completas nuestra fe.
Tú mismo, renunciando al gozo inmediato que el mundo ofrece,
soportando con entereza la cruz,
sin importarte la ignominia y el desprecio de los importantes.
Que yo no me canse ni pierda el ánimo;
todavía no he llegado a la sangre en mi pelea contra el pecado.
Acepto con gusto la corrección que viene de Ti, Padre Santo,
aunque me duela, porque lo único que quieres es transformarme,
ayudándome a ser digno de Ti y merecer la vida eterna.
Anónimo