Tú eres mi Dios, te busco todo el día,
mi corazón te necesita,
mi vida es cansancio si estás lejos,
soy un vigía que escudriña el horizonte.
Solía verte en las iglesias,
allí te visitaba,
pero ahora veo que cambias de lugar,
que no estás resguardado por paredes,
sino que vives a la intemperie.
Quiero gritar al mundo lo que has hecho por mí,
me has abierto el corazón,
me he llenado de rostros y de nombres
que lejos de ti jamás habría conocido.
No hay lugar que no llenes con tu luz,
ningún rincón del mundo te es ajeno,
mi ser se aprieta contra ti,
tu brazo me sostiene
como sostiene a los pequeños.
Francisco J. Jiménez Buendía, sj