Con ojos de turista

En la cresta de una ola a punto de romperse; en los colores que tiñen como pinceladas el cielo; en el viento que te golpea la cara y te hace sentir vivo una vez más; en la montaña que se alza para que la escales otra vez; en el ruido de un arroyo, que arrastra a su paso todas las pequeñeces; en la tranquilidad del mar planchado; de un atardecer a pleno o un cielo estrellado.

Ahí, en todas esas cosas, los ojos de turista…En esos momentos, en los que, el corazón agradece a cada latido la posibilidad de contemplar tanta belleza. Ahí nuestra mirada conmocionada por la inmensidad, nuestra pequeñez convertida en algo palpable y nuestro deseo, creciendo a pasos agigantados para hacer de ese momento algo eterno.

A todos nos cuesta, nos cuesta despedirnos del mar; porque, al llegar a casa, nos espera el río; que, a diferencia del mar, no cuenta con la capacidad de borrar a su paso todo lo que se le presente. Nos cuesta despedirnos de la montaña; porque, al llegar a casa, nos espera un terreno llano que tenemos que sembrar y no una cosecha llena de frutos dispuestos a disfrutar. A todos nos cuesta…

Y frente a esto, se alza la posibilidad de vivir nuestra vida, nuestra historia con ojos de turista. De convertir cada suceso ordinario, de esos que nos suceden día tras día en algo extraordinario, sorpresivo. Pero, con ello, también la responsabilidad de que no sea la rutina quién nos sumerja a nosotros, sino; nosotros quienes elijamos sumergir a la rutina en un momento distinto, único. Nuestra responsabilidad de poder divisar en lo sencillo del día a día, un momento que regocije el corazón.

En la alarma que suena todos los días, anunciando un nuevo día. En una clase de la facultad que pudiste disfrutar; pero también, en la falta de días para estudiar. En un día más del trabajo, en el que, descubriste cómo encontrarle la vuelta a eso que te tenía dando vueltas a vos y a tu cabeza; pero también, en los días en los que no. En ese llamado de un amigo que quiere darte una buena noticia; pero también, en el llamado de un amigo que te necesita porque su mundo se cae a pedazos. En esa actividad nueva que decidiste arrancar, que te llena de adrenalina; pero también de miedo. En las decisiones bien tomadas; pero también, en las malas. En ese amor que comienza a gestarse; pero también, en el corazón roto que alguna vez tuviste.

Ahí, en todas esas cosas, los ojos de turista; para encontrar que, frente a eso y con eso se puede hacer de un momento más, uno mágico. Ahí un corazón valiente que se anima a ir más allá, ahí un corazón que se atreve a sentir más allá… Ahí los ojos de turista para darse cuenta que, también, en el transcurso de cada día se puede respirar magia.

Clarita Alesandria

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