Creo en el Espíritu,
que da la fuerza
que infunde aliento,
que hace que dentro de cada uno
resuene el eco de Dios.
Creo en el Espíritu,
que con el Padre y el Hijo
es Dios-en-nosotros.
Creo en el Espíritu,
lámpara encendida
en las noches oscuras,
alivio en la hora difícil,
viento que empuja
cuando fallan las fuerzas.
Creo en el Espíritu,
sabiduría inmortal
que orienta a la gente,
que inquieta a los necios,
que guía a los pueblos,
que mueve a la Iglesia.
Creo en el Espíritu
maestro de una lengua común
construida con palabras de compasión,
con frases de justicia,
con sentencias de misericordia
con proclamas de fe.
Creo en el Espíritu,
más allá del cansancio,
más allá de la muerte,
más allá de la duda,
abrazo último
del Dios de la vida.
José María Rodríguez Olaizola, sj