Muchas preguntas me surgieron cuando intenté reflexionar sobre este tema, y como suele pasar con las cosas de Dios, más incógnitas llegaron a mi mente, pero pude sacar en claro una cosa: la certeza de que Dios me ama. Es quizás un poco extraño que diga esto, cuando nos enseñan que Dios nos ama a todos, pero creo que el secreto está en sentirse amado, y así, sintiéndonos amados, es que nos podemos ir dejando transformar por ese amor. De esta certeza, podemos ir sacando algunas cosas, como aprender a abrir el corazón, para confiar y creer sin miedos y trabas.
Opino que solo así vamos a poder experimentar como se vive desde el amor más puro y profundo, porque siendo tibios, teniendo dudas, ¿hasta dónde somos capaces de llegar? Tenemos que permitir que ese sentimiento tan fuerte entre en nosotros y se quede ahí, que sea nuestro motor, que nos empuje, que nos guíe, que nos levante. Hay que soltar, dejar todo y confiar ciegamente en él, pero antes hay que llegar a esa certeza de sabernos amados, porque sino ese movimiento de impulso se queda sin un fundamento que lo alimente.
Como dice Pedro Arrupe “Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando su huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama cada mañana, qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud”. Dejarse transformar por el amor es dejar que sea nuestro principio y fundamento, porque después todo llega y se va dando.
Es permitir entrar a Dios y dejar que Él nos ame y que esa fuerza sea nuestro camino, para así ser mejores, dar todo de nosotros y poder compartirlo. Y no, como suele pasar con estos cambios a nivel personal tan hondos, no es fácil, porque en el medio están nuestras inseguridades, nuestros enojos, nuestros miedos, todas esas mociones que hacen que dudemos de nosotros, de los demás y, en lo profundo, también de Dios, y eso es porque somos humanos… pero creo que es posible llegar a esa transformación, a través de un proceso que se puede alcanzar con oración profunda y cercana a Cristo; con entrega a los demás, sabiendo que en el otro está Dios; queriéndonos, sabiéndonos imperfectos pero a la vez creados a Su imagen y semejanza, y respetando y cuidando la naturaleza, porque amar no es solo a personas, sino a todo lo que ha sido creado. Vernos y sentirnos transformados por el amor es ensanchar el corazón al mundo, cambiar la forma de ver, usando los ojos de nuestro corazón de carne.
“¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera”. (Pedro Arrupe, sj)
Coqui Benitez