Evangelio según San Lucas 22,1-…
Se acercaba la fiesta de los Panes sin Levadura, llamada también fiesta de la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la Ley no encontraban la manera de hacer desaparecer a Jesús, pues tenían miedo del pueblo…
El relato de Lucas nos invita a recrear esos momentos de mayor significado dentro de esta “semana Santa”. La cena del Señor, Jesús quiere festejar, y por eso pide a sus discípulos que se adelante y preparen el lugar del festejo, los “dinner planners”, va a preparar ese lugar que se convertirá en sagrado, ellos no lo saben, lo sabrán mucho tiempo después, pero van presurosos a “cumplir” lo que Jesús manda.
Lucas pone en escena al comienzo a “los nerviosos”, los sacerdotes y escribas tienen miedo a este que habla de Dios, Jesús con su lenguaje y llano y misericordioso, les está sacando “público”, es de temer este que con lenguaje simple está convenciendo al pueblo y tienen miedo que les quite aquello que les “da de comer” ya que no es sólo público, sino también aporte. Pero sigamos con la escena narrada, una vez allí, preparada la cena Jesús se sienta alrededor de la mesa y habla con sus discípulos, pero Jesús se da cuenta que como seres humanos somos “duros de entendimiento” y decide actuar, poner las palabras en obras y realizar el servicio de lavar los pies, de arrodillarse frente a los suyos y dejarnos ese gran ejemplo de “lavar los pies”, y le explica a Pedro, el porqué de este “gesto”. Luego prepara el gran momento de la Eucaristía, y luego el camino a la cruz.
Prepararnos: así como Jesús envió a preparar la cena, quizás nosotros podríamos traer a la memoria nuestra manera de disponernos para sentarnos a compartir alrededor de la mesa. ¿Cómo lo hacemos? ¿Pensamos adónde voy, y a qué o simplemente me siento y como, me alimento o simplemente mastico?
Sentarnos a la mesa: ¿a quiénes invitamos a sentarse a nuestra mesa o quienes nos invitan a su mesa? Casi siempre sucede que a nuestra mesa invitamos a nuestros amigos, a personas que queremos que nos conozcan o queremos conocer o mejor aún, a los más conocidos. Cuando festejamos algo, invitamos a los amigos. Jesús invitó a sus amigos sabiendo que esa sería una “despedida” pero también una bienvenida a nuevas realidades.
Dialoga: Jesús les habla claro, les cuenta que va a suceder, pero no se entiende mucho, sus discípulos no comprenden ese lenguaje, les resulta extraño eso de “ya no volveré a comer con ustedes…”, sin embargo escuchan atentamente.
El verdadero alimento: el cordero pascual, aquel que fue sacrificado para ser comido el día de pascua, se transforma ahora en algo más sencillo, un alimento no es sólo para “comer”, sino que debe cumplir la función de “nutrir” el organismo. Un alimento es tal cuando cumple una función integral: no es sólo para “llenar” el estómago, sino que es nutriente de todo el cuerpo humano.
Eucaristía: eso es lo que Jesús nos quiere dejar en la sencillez del pan y el vino. Un verdadero “alimento para la vida” y alimento que cumple su función no sólo para mi, sino para la humanidad, este alimento debe ser partido y repartido, compartido con otros. Nuestra fe no es una fe para vivirla de manera personal, es fe para vivirla como Iglesia y en la Iglesia. No somos iglesias individuales, somos sagrarios comunitarios, somos “alimento para los demás”.
Ojalá esta Semana Santa dispongamos el corazón para descubrir las riquezas del mensaje de Jesús en su palabras y en sus gestos, que podamos nutrirnos de su mensaje y nos dejemos alimentar por nuestros hermanos, que aquellos más necesitados nos interpelen y nos trasformemos en Eucaristías que alimente y nutra una sociedad fragmentada e individualista. Que no contagien «los jefes y los sabios” con ese miedo egoísta que solo llena pero no nutre. El miedo de estos personajes enflaquece el corazón, en cambio el mensaje misericordioso de Jesús ensancha el corazón y nos hace mirar con corazón de servicio el hambre de hermanos y hermanas que desean encontrar la fe en Jesús a partir de nuestro ejemplo de fraternidad, unidad y misericordia.
Buena semana Santa y pedirle al Señor que nos nutra con su Eucaristía.
Néstor Manzur, sj