Rezar el rosario es un modo de orar sobre los misterios de Jesús, vistos desde el corazón de María. «Su madre conservaba estas cosas en su corazón» (Lucas 2, 51). Es dar a María un lugar en nuestra vida para seguir las enseñanzas del Reino y tratar de identificarnos con Cristo para adquirir sus mismos sentimientos.
Podemos llegar a creer que el rosario es una oración monótona, rezando Ave María tras Ave María. Pero María no quiere palabras vacías, quiere nuestros corazones. Quiere que a través de contemplar los misterios, podamos ponernos en la piel de Ella y en la de Jesús, observar con sus ojos, escuchar con sus oídos. Cada misterio toca una parte distinta en nuestro corazón, y las palabras resuenan en él cada vez que rezamos el rosario con devoción. Nos unimos a ella para alabar al Señor por todos los actos de amor hacia la humanidad.
María quiere que podamos sentir como Ella lo doloroso, lo gozoso y lo glorioso de la vida de Jesús. Que él sea centro de nuestros pensamientos, atención y acciones. Que podamos conectarlo con nuestros dolores y alegrías que sentimos en nuestro día a día.
«El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado consuelo» (San Juan Pablo II)
Caro Fleurquin