Comentario a las “Reglas para ordenarse en el comer en adelante” (EE 210-217)
La primera pregunta que uno puede hacerse cuando se encuentra con las reglas para ordenarse en el comer en la Tercera semana de los Ejercicios, es por qué San Ignacio las incluye justamente en este momento de los Ejercicios.
Aparentemente resulta raro que sean justamente “reglas para ordenarse en el comer” y precisamente que coincidan con las contemplaciones de la Pasión del Señor. Las reglas de discernimiento, tanto las de primera semana como las de la segunda semana de ejercicios (Cf. EE 313-336), parece que caen justo con lo que el ejercitante necesita en cada uno de los momentos, pero las reglas para ordenarse en el comer, dan la impresión que están un poco a trasmano del conjunto. El asunto ya ha sido estudiado y la respuesta general es al siguiente: el comer es un ejemplo de diversas situaciones que el ejercitante debe ordenar para adelante. En título original “Reglas para ordenarse en el comer en adelante”, hay que recalcar este “en adelante”, o sea, en el futuro, después que uno ha hecho ejercicios. Una vez que se ha hecho la gran elección en la segunda semana, San Ignacio supone que hay diversas situaciones desordenadas que aún quedan por ordenar. Lo típico de estas situaciones es que no se puede quitar la fuente de desorden, y más bien hay que aprender a coexistir con ella. Uno no puede dejar de comer para ordenarse en el comer. Del mismo modo hay muchas otras situaciones en que el hombre se encuentra que necesitan ponerse en su lugar, sin desaparecer la fuente de un posible desorden.
Así, por ejemplo, el dormir, el descansar, el trabajar, etc., son diversas circunstancias humanas en las que hay que moverse indefectiblemente, pero dado que lo ejercicios suponen un “un desorden de las operaciones” (Cf. EE 63) en la misma naturaleza humana, hay que contar indefectiblemente con que el río se salga de madre.
Por otra parte, el ejemplo del comer es muy arquetípico, no solamente porque es una acción que nos vemos obligados a hacer y que fácilmente nos induce a un desorden, sino también por el símbolo mismo que encierra esta acción de comer. Desde este punto de vista voy hacer un breve comentario de todas las Reglas. La relación con la comida es simbólica de la relación con los demás y el orden o desorden que uno manifieste en el comer es simbólico del orden o desorden que uno puede tener en el orden afectivo. Uno come de alguna manera los afectos de los demás o da de comer los propios cuando parte el pan de la amistad; en los afectos uno también puede ser voraz o tener poco apetito por diversas causas.
El símbolo del comer permite una rápida transferencia al orden de los afectos humanos la actitud frente a la comida expresa relaciones de otro orden. Por esto conviene analizar someramente las diversas actitudes frente a la acción para poder después hacer las debidas transferencias antes de explicar en detalles la Reglas.
Hay gente que come rápido y no mastica –engulle más que come- del mismo modo que hay gente que necesita absorber a los demás en una relación afectiva. Así no hay paz en algunas comidas, no suele haber paz en algunas relaciones humanas, que se hacen sin el debido reposo y con una ansiedad que no respeta ni el propio tiempo ni el tiempo de los demás. Hay gente que no se puede aguantar sin comer y sin comer mucho y variado, así como hay gente que no se puede aguantar la soledad y necesita andar picoteando los afectos en una y otra parte volcando en todos su interioridad, pero sin llegar nunca a una relación profunda. Hay gente que es mal educada para comer, que no tiene en cuenta a los demás de la mesa, que le falta tino la delicadeza necesaria para hacer agradable una comida, así como hay gente que en el comer simbólico de los afectos no tiene para nada el mundo de los demás y pareciera que quiere hacerlos entrar a todos en el mundo propio. Igualmente pasa con los que son delicados excesivamente, diríamos, sofisticados en su comida. Estos son símbolo de los que no pueden relacionarse con los demás sino de una manera muy particular y solamente con aquellas personas que congenien con la propia sofisticación en el trato. Son la gente que solamente se sabe mover en grupos de elegidos de gente afín, en el fondo solamente con aquellos que son iguales a uno mismo. Los demás son raros. El refrán popular “Dios los cría y ellos se juntan”, tiene también un reverso negativo.
También hay gente que no sabe comer si no rodea esta acción tan simple con ciertos ritos mas o menos complicados. Desde que se inventó el tenedor y el cuchillo la acción del comer se fue complicando necesariamente conciertos ritos complementarios que a veces hasta impiden gustar la misma comida. Me refiero a los diversos ritos de la llamada “buena educación”, como por ejemplo el usar dos copas, varios cubiertos, servir los platos por un lado y sacarlos por el otro, etc.. Los ritos en sí mismos no son malos. Lo malo es que a veces impiden gustar bien de la comida y , en este sentido, manifiestan un desorden. El mismo desorden tienen los que rodean su vida afectiva de tales condiciones que al final no se sabe si quieren acercarse o alejarse de los demás. Es la gente que no maneja bien la distancia. Una vez un antiguo compañero me hizo una aguda observación en la casa de una gente muy pobre. “Esta gente no es fina, pero es tremendamente delicada. Del mismo modo hay otros que son finos, pero para nada delicados”. No es lo mismo finura que delicadeza, y así se podría continuar con diversas comparaciones.
Ernesto López Rosas, sj