Donde nos conocemos a fondo,
y nos queremos como mejor sabemos.
Donde la casa es historia, hogar y memoria,
y la puerta está abierta.
Donde se dicen las cosas más claras.
Donde tienes tu raíz y tu entraña,
donde te quitas el maquillaje
y te pones las zapatillas.
Pero también donde nos tenemos
sin apresarnos,
que habrá que volar del nido
un día.
Donde no siempre pensamos igual,
creemos de distintos modos,
y soñamos sueños diferentes
porque es la misma sangre
pero varios corazones.
Donde a veces hay silencios difíciles,
palabras pendientes,
donde el amor es asimétrico,
porque hay quien da todo
y hay quien exige de más
y agradece de menos.
En familia, en nuestra carne y nuestra vida,
tan humana,
quiso nacer todo un Dios.
José María Rodríguez Olaizola, sj