Esta no fue mi primera vez en Benito Legerén, tampoco mi primera misión. Pero sí fue mi primer recreativo, y tengo que decir que lo que se vive es distinto.
Ya al comenzar la mañana, te encontrás con el grupo y todos tienen buena onda. Llegas a la cocina y el grupo de servicio que le tocaba ese día ya tiene todo preparado para el desayuno. Se contagia la alegría, las ganas de salir al encuentro de los chicos. Lo que sigue es la oración, preparada por los chicos del colegio, que te da las fuerzas para todo el día. Y ahí sí, sigue el momento de encuentro con los chicos, abrazos, besos y sonrisas por doquier; seguidas de las animaciones que algunos de los profes preparaban (o improvisaban), a las que todos nos sumábamos y, al menos yo, me sentí un nene más.
A mí particularmente me tocó estar en una actividad en la que no tenía tanto contacto con los niños, ya que mi tarea, junto a un grupo de mucha buena onda y ganas, era pintar algunas áreas del colegio. Sin embargo, esos chicos no mezquinan el amor. Cada vez que me veían, me saludaban por mi nombre y me daban un abrazo interminable que me llenaba de ganas de seguir trabajando por ellos.
Con quienes sí tuve mucha cercanía en esta semana, gracias a Dios, fue con los chicos que viven en el hogar. Ellos tenían la tarea de acompañarnos en el grupo de pintura. Pero creo que fuimos nosotros quienes terminamos acompañando a ellos. Es destacable la cultura de trabajo y voluntad que tienen. Entre pincelada y pincelada, pude acercarme a ellos y generar conversaciones muy ricas, en las que compartimos muchas cosas.
Afortunadamente, pudimos terminar antes de tiempo nuestro objetivo en pintura, y tuve la posibilidad de recorrer las otras actividades que se llevaban a cabo a la mañana: deportes, pileta, química y caminata, inglés, plástica y aula, en las que los “profes”, mis compañeros, me hicieron sentir parte, y los chicos me regalaron incontables sonrisas y abrazos.
Siguiendo con el día, después de almorzar las ricas comidas que nos preparaban Moni, Olga, Martín y las madres del colegio, teníamos un rato de descanso para más tarde estar listos para salir a misionar. Estábamos divididos por grupos, en los que generalmente había dos de Santa Fe y dos de Benito. A mí me tocó estar con Olga, de Santa Fe y Fede y Adri, de Benito.
Cuando uno sale a misionar, nadie le asegura que le vayan a abrir las puertas en todas las casas o, por lo contrario, que no le abran en ninguna. Es salir en la presencia de Dios, con fe y esperanza, y aplaudir las manos en cada casa que vea. En nuestro caso, algunos vecinos respetuosamente nos pidieron que pasemos en otro momento, otros nos agradecieron pero explicaron que estaban ocupados, mientras que la gran mayoría nos abrió las puertas de su casa, ese lugar tan íntimo, tan propio. Nos abrieron muchas puertas y tuvimos la posibilidad de tener ricas charlas, sobre la vida, sobre el barrio, sobre la familia, sobre el trabajo y sobre Dios. Es admirable como esas personas valoran lo que tienen y están agradecidos por eso.
Tras algunas horas de misión, volvíamos al colegio y nos encontrábamos con nuestros compañeros, siempre con una sonrisa o un abrazo de por medio y un “¿Cómo te fue?” que nunca faltaba.
Para seguir con el día, misa o celebración de la palabra, según el caso, en la que nunca faltaban cantos grupales, y algunos vecinos del barrio que nos acompañaban.
A la vuelta, ya en el colegio, preparábamos la mesa para cenar todos juntos, y para cerrar, la oración de cierre o exámen del día, en el que, el que quería, compartía qué le dejó ese día.
Esto fue una breve descripción de lo que era un día tipo en el recreativo. Obviamente cada uno con su magia, con ese abrazo que te cambiaba el día, pero todos llenos de emociones. No alcanzan las palabras para explicar lo mucho que uno se lleva. Como decían mis compañeros en el fogón de la última noche, un “gracias” queda chico, para el grupo increíble que se formó, para los que llevaron adelante el mando de esta experiencia, para los que cocinaron, para los vecinos, para los chicos, para Dios, que sin duda alguna estuvo presente en cada una de las actividades que brevemente describí.
Para cerrar, tomo las palabras de otro de mis compañeros: “Ese lugar, Benito Legerén, está lleno de Dios”.
Facundo Gorla
Recreativo 2017 – Benito Legerén (Concordia, Entre Ríos)