La Espiritualidad es, para el creyente, la necesidad de un conocimiento vital de Dios, de una relación con la trascendencia que, mucho más allá de lo intelectual, permite a la persona dirigirse a Dios como un «tú». Un «tú» que transforma la vida, pues, conociéndolo no se puede no amarlo. Ello incluye oración, intuición, reflexión, comprensión del Dios que, para los cristianos, no es otro que el manifestado en Jesucristo. Y eso termina condicionando la manera en la que las personas vivimos, nos relacionamos y comprendemos el mundo que nos rodea.
La Espiritualidad Ignaciana encuentra su fuente en la propia experiencia de San Ignacio, plasmada de forma magistral en los Ejercicios Espirituales. Podríamos decir que los pilares de la espiritualidad ignaciana son: