—Si no condeno a este hombre me van a terminar matando a mí —se dijo a sí mismo Pilato mientras oía detrás de los muros los abucheos de la multitud enardecida que asediaba su palacio. Un hombre sereno, con mirada atenta y cabellos largos, aguardaba de pie algunos metros más atrás esperando pacientemente las determinaciones del funcionario.
En ese instante, alguien de la asamblea levantó la voz y dijo: “Hemos encontrado a este hombre incitando a nuestro pueblo a la rebelión, impidiéndole pagar los impuestos al Emperador y pretendiendo ser el rey Mesías”.
—¿Eres tú el rey de los judíos? —interrogó Pilato.
—Tú lo dices —respondió Jesús.
Dirigiéndose a la multitud y a la asamblea, el gobernador intentó imponer su autoridad, pero con una tibieza que lo condenaría a él mismo de por vida: “No encuentro en este hombre ningún motivo de condena”. La multitud se enfureció aún más, y al enterarse que se trataba de un galileo, decidió enviarlo ante Herodes, a quien despreciaba y a cuya jurisdicción técnicamente pertenecía Jesús.
Ya era de día en Jerusalén, y los hechos que habían comenzado la noche anterior con la detención de Cristo, prosiguieron con Herodes enviando nuevamente al Señor ante Pilato al pretorio. El funcionario intentó disuadir a la muchedumbre dando la posibilidad de liberar a un reo, dada la cercanía de la Pascua. Sin embargo, el pueblo, guiado por los sumos sacerdotes, eligió a un bandido de nombre Barrabás, antes que a Jesús.
Cansado mentalmente después de tantas presiones, Pilato consumó su acción más significativa, la cual es recordada al día de hoy como una de las muestras más grandes de falta de responsabilidad y cobardía: se lavó las manos ante todos. Jesús, ya condenado a muerte, fue azotado sin piedad en el pretorio y crucificado hasta morir.
En nuestra tradición, el pretorio simboliza eso: angustia, pena, incertidumbre, golpes y sufrimiento. Además, a pesar de ser un lugar de política y de poder, los hechos demuestran que las presiones y la jerarquía muchas veces pueden más que la justicia.
¿Cuál es tu pretorio? ¿Cuáles son esos sentimientos de angustia que pueden abordarte hoy en día?
Jesús nos llama a afrontar nuestras responsabilidades; hacerles frente con todo lo que tenemos y con la misma paciencia que tuvo él hasta el momento en el que fue condenado. Al mismo tiempo, tampoco debemos hacer a un lado aquellas situaciones que afectan a los demás, como hizo Pilato.
Rezando frente al pretorio, acompañando a Jesús en su camino de cruz, el Señor nos invita a vivir este Viernes Santo como un momento de sanación personal, y una oportunidad para reencontrarnos nuevamente con nuestro prójimo, con nosotros mismos y con Él.
Ignacio Pueyo