Por aquel tiempo, el emperador Augusto ordenó que se hiciera un censo de todo el mundo Este primer censo fue hecho siendo Quirinio gobernador de Siria. Todos tenían que ir a inscribirse a su propia ciudad.
Por esto salió José del pueblo de Nazaret, de la región de Galilea, y se fue a Belén, en Judea, donde había nacido el rey David, porque José era descendiente de David. Fue allá a inscribirse, junto con María, su esposa, que se encontraba encinta. Y sucedió mientras estaban en Belén, que a María le llegó el tiempo de dar a luz. Allí nació su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en el pesebre, porque no había alojamiento para ellos en el mesón.
Encontrar un lugar no es fácil, encontrar “nuestro” lugar a veces parece resultar imposible y muchas veces lo inmediato nos gana, no tengo lugar, no me dan lugar….. Ante esto es bueno hacer un ejercicio de tomar distancia y mirar hacia atrás y proyectarse hacia adelante, tomando como referencias a María y José.
José viene a cumplir con sus deberes de ciudadano y trae consigo a su familia, se pone en camino con María y ese niño que está por llegar, no se queda en la comodidad de “su” lugar, sino que confía en la promesa de Dios y sale, está en salida. María lo acompaña y tampoco se “escuda” en su estado como quedar en la comodidad de su casa, va se pone en camino y acompaña a su esposo. El niño sigue su ritmo, ya va a llegar….
Contemplemos esta escena y tratemos de seguir a sus personajes, observemos a José a pie, manteniendo un diálogo con María, ¿de qué vienen hablando? ¿Cuáles son sus gestos? Hay sonrisas y seguramente algo de impaciencia por ver al “hijo de Dios”, por conocer a ese niño que está por venir… y de repente se encuentran con “Puertas cerradas”, no hay lugar, nadie tiene un espacio para que nazca “el salvador”. ¡¡¡Viene Cristo!!! Y la respuesta de la humanidad es: no hay lugar, lo más deshumanizante. Sin Embargo encuentran: el Lugar, la humildad de un pesebre, y preparan ese espacio, hacen sitio para que ante la oscuridad del: no hay lugar, ingrese la LUZ que iluminará al mundo.
Ahora hago el ejercicio de llevar eso a mi vida: ¿cuáles son mis reacciones ante los rechazos?, cuando alguien me dice: no hay lugar, ¿qué hago?, ¿sigo buscando? O… y si de repente encontramos un “establo”: ¿somos capaces de hacer sitio en ese lugar y transformarlo o digo: este no es lugar digno para mi y busco otro? ¿Soy capaz de acondicionar “mi lugar” y hacer espacio para que ingrese la LUZ, que trae paz y esperanza?
La soledad de mis búsquedas se transforma en Compañía cuando soy capaz de mirar más allá de mí y contemplar lo que está por venir.
Feliz Navidad y buen 2019, que nuestro camino encuentre siempre un sitio donde podamos transformar la realidad y no nos deje enganchados el rechazo del : no hay lugar.
Néstor Manzur, sj