Vueltas y vueltas le he dado y llegué a la conclusión de que en la vida existen hechos a los cuales uno no puede encontrarle explicación alguna. Hay quienes les llaman coincidencias, pero yo -parafraseando a un gran amigo- las denomino “diosidencias” y debo reconocer que si alguien me pregunta ¿qué fue el Mag+s para mi? tengo que responder que fue una diosidencia de la vida.
Mag+s, una palabra compuesta de cuatro letras y un signo, el signo más, el signo de la cruz. Una palabra que proviene del latín y significa «más» pero no es un más sin razón. Es un más que invita a salir de la famosa zona de confort, un más que invita a vivir con intensidad y dar la cuota máxima de uno mismo. En este sentido, el Mag+s se entiende como una propuesta de vida cristiana, desde la espiritualidad ignaciana, una manera diferente de posicionarnos ante la vida.
Previo a la Jornada Mundial de la Juventud 2019 -el mayor festival católico que convoca a miles de jóvenes de todo el mundo a encontrarse con el santo padre- se desarrolló el Mag+s 2019. La Provincia Centroamericana de la Compañía de Jesús fue sede del mismo durante el mes de enero. Fue allí donde peregrinos y peregrinas, procedentes de diversas regiones del mundo, con rectitud de intención, arribamos a tierras centroamericanas para animarnos a testimoniar al señor con el servicio al hermano. Y sin más -con seguridad de humilde y admiración de pobre- nos embarcamos mar adentro en sintonía con Dios.
Fueron días fuertes, de apuesta, de conocimiento, de conversión, pero sobre todo fueron días en los que aprendí que Dios tiene una sabiduría extremadamente expositiva, que los silencios son más elocuentes que las palabras, que el amor debe ser el primer argumento de la vida, que lo más alto no se puede sostener sin lo más bajo y que, mirando a los ojos -sin que nos tiemble el párpado- uno puede descubrir la humanidad que a todos nos iguala sin importar raza, sexo o edad.
Debo confesar que el Mag+s para mi fue una experiencia de transfiguración. Pero confieso también que hay algo que trasciende todo este hermoso viaje del cual les vengo hablando. La Madre Teresa de Calcuta en Oslo, en la conferencia de prensa en ocasión del Nobel de la paz respondía a una periodista que la entrevistaba de la siguiente manera: “Jamás he pensando en cambiar el mundo. Solamente busqué ser una gota de agua limpia. Si tu también te transformas en una gota de agua limpia entonces seremos dos. Y si también lo es también tu mujer o tu marido, seremos tres, después cuatro, diez, cien …” Una simpática respuesta para un desafío totalmente desmesurado, o al menos para mi.
Después de haber vivido esta experiencia, siento que Dios, me invita a seguir ese camino de la “gota de agua limpia”, a dar el sí que dio María, el cual fue más fuerte que las dudas y las dificultades. Siento que Dios me invita a buscar horizontes, me invita a decirle “Jesús yo estoy para más”, me invita a soñar pero soñar grande, me invita a ser inquieta y -tal como dijo el Papa Francisco- me y nos invita a hacer de nuestra vida, una vida maravillosa, una vida que no se evapore con el tiempo, una vida que deje huellas pero de esas que no se borran. Da miedo, da susto, pero creo que, en el fondo de todo, es la alegría del camino de la plenitud.
Milagros Carrazzoni
MAG+S Centroamérica 2019