Lavar los pies

Señor, no te metas en mi vida.

Muchas cosas se han dicho de este Evangelio. Hoy, en el comienzo de la Semana Santa me gustaría detener la cámara en una escena. Al comenzar el relato del lavatorio de los pies, el evangelista nos dice que Jesús “sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos y que él venía de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa…”. Jesús no era un descolgado de la vida, no vivía como paracaídas que cae en cualquier lugar ni era un barco sin timón. Menos en los momentos previos a su muerte. Solía decir un compañero jesuita que cuando uno está por morir y quiere dejar un mensaje no gasta las palabras en tonteras sino que va a lo esencial. Jesús estaba bien plantado en medio de la angustia. Tenía claro el famoso “de dónde vengo y hacia dónde voy” ignaciano. Pero, más aún, en las manos de Jesús se jugaba todo. Como dice el evangelista: “el Padre había puesto todo en sus manos”. Pero… ¿qué es ese “Todo” que puso el Padre en las manos de Jesús? No fueron grandes poderes. Al contrario, fue la libertad y la capacidad de decidir en favor por amar hasta el fin. ¿Cómo? Sirviendo. Servir, pero no cuando la cosa era fácil. El prototipo es Pedro. “Señor, conmigo no”. “No te metas con mis pies”. “No te metas en mi vida porque no hace falta”. “Yo puedo con ella”. “No hace falta que te humilles por mi”… Pero Jesús insiste y afloja el corazón confundido de Pedro.

En nuestra vida el corazón pasa por los dos momentos. Dios ha puesto todo en nuestras manos. Vos querés entregarlo agachándote y sirviendo a otros. Pero nos encontramos en la vida con muchos “no te metas con mi vida”. Uno sale a la calle y está lleno de “no te metas”, sobre todo cuando se quiere ayudar, acompañar o denunciar. Esto no debe desanimarnos. Al contrario, tiene que desafiarnos a seguir insistiendo como Jesús. Si queremos compartir la suerte de la paz, de la verdad, del perdón, hay que meterse, involucrarse y darlo todo hasta el fin. Que el “no te metas” de otros no ahogue tu entrega, tus luchas, tus proyectos, tu convicciones.

En esto no estamos solos. Estuvo Jesús acompañándote e insistiendo para que vos te dejes lavar los pies. Recordá las veces que, a pesar de tus “Señor, conmigo no te metas” él te aflojó el corazón, te enseñó a servir, te puso deseos de entrega, te animó a seguir adelante.

Hacé memoria de las veces que Jesús se agachó por vos para para que abrieras el corazón y juntá la fuerza y confianza para  poder hacer frente a los “no te metas” que no construyen el Reino, sino que alimentan la injusticia, la mentira, la discordia y, sobre todo, la indiferencia. ¡No tengas miedo! ¡Jesús te dio el ejemplo!

Marcos Muiño, sj

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