¡Y qué cortos y qué largos
se hicieron los nueve meses!
Cortos para mi cabeza, para el corazón, muy breves.(…)
Nadie notó en Nazaret lo que estaba sucediendo:
que teníamos dos cielos, uno arriba, otro creciendo.(…)
¡Qué envidia me tuvo el cielo durante los nueve meses!
Él albergó al Dios eterno. Yo tenía al Dios creciente.
¡Qué fácil le fue todo al buen Gabriel!
Vino, dio su mensaje y se fue.
Se fue sin aclararme nada de nada,
y dejó mil preguntas en mis entrañas.
¿Y quién me las responde si miro al cielo?
¿Este Dios sordomudo que llevo dentro?
¡Qué fácil le fue todo al buen Gabriel!
Dijo que es Dios y es hombre,dijo que es hijo y rey
«y en lo demás, Señora, use la fe».(…)
Cuando escucho cómo saltas de gozo dentro de mí,
pienso: ¿En un mundo tan triste le dejarán ser feliz?
¿Y Tú, pequeño mío, cómo vas a poder
liberar a este mundo que esclavo quiere ser?
Temo que no será fácil, mi amor,
que no será fácil ser salvador.(…)
J.L. Martín Descalzo