Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás; y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo amado a quien él amaba, Jesús el dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo: “aquí tienes a tu madre. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa. (Jn 19, 25-27).
Desde el momento en que escuchó las palabras de Simeón hasta el momento de expirar su Hijo en la cruz, María conoció de cerca el sufrimiento, supo muy bien lo que era el dolor y experimentó el sabor de la cruz.
Pero si contemplamos este momento, a través de María se nos ofrecen claves para iluminar el sentido del dolor y para descubrir el valor que puede encerrar el sufrimiento.
Esta mujer fuerte de corazón, que se mantuvo de pie junto a la cruz, en compañía de unas pocas personas, consiguió hacer suya la propuesta de Jesús: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame (Mt 16, 24). Porque ella entendió, que lo importante no es suprimir las cruces de la vida, sino descubrir la manera de situarnos en frente de ellas.
Y sabemos, aunque no lo diga el Evangelio, que ella estaba de pie junto a la cruz de Jesús. De ahí viene el sentido y la fuerza para encarar el sufrimiento. Ella no estaba derrotada, desalentada, sino de pie, con firmeza, dignidad y esperanza en los planes de Dios.
María en pascua nos muestra cómo situarnos frente a la cruz de Jesús y, en Él y con ÉL, junto quien sufre. Debemos permanecer de pie, sin admitir la derrota aunque en el momento nos sintamos vencidos. Y algo que hace María que toca el corazón y es muy difícil de lograr cuando uno esta sufriendo es recibir la compañía y la solidaridad de quienes están a nuestro lado, abriendo el corazón, no solo para la compasión, sino para compartir experiencias dolorosas y establecer relaciones reales.
“Enséñanos Señor, a estar al pie de la cruz, al pie de las cruces; despierta esta noche nuestros ojos, nuestro corazón; rescátanos de la parálisis y de la confusión, del miedo y la desesperación. Enséñanos a decir: Aquí estoy junto a tu Hijo, junto a María y a tantos discípulos amados que quieren hospedar tu Reino en su corazón”. (Papa Francisco).
Carolina Fleurquin
Adaptación del libro: «María, Evangelio vivido»