La Virgen siempre camina y está con nosotros. También María, en cierto sentido, comparte esta doble condición. Ella naturalmente ya ha entrado de una vez y para siempre en el Cielo, pero esto no significa que sea lejana, que se haya alejado de nosotros, de hecho María nos acompaña, lucha con nosotros, sostiene a los cristianos en el combate contra las fuerzas del mal.
La oración con María, en particular el Rosario – pero escuchen bien, el Rosario. ¿Ustedes rezan el Rosario todos los días? Yo no sé (los presentes gritan «¡sí!») ¿Seguros? Entonces la oración con María, en particular el Rosario, también tiene esta dimensión «agónica», es decir de lucha, una oración que sostiene en la batalla contra el maligno y sus cómplices. También el Rosario nos sostiene en la batalla.
Jesús ha entrado una vez y para siempre en la vida eterna con toda su humanidad, esa que había tomado de María. Así ella, que lo ha seguido fielmente toda la vida, y lo ha seguido con el corazón, ha entrado con Él en la vida eterna, que llamamos también Cielo, Paraíso o Casa del Padre.
María también sufrió los dolores de la Cruz de Cristo, que vivió hasta el fondo del alma. Pero la esperanza es la virtud de quien, experimentando el conflicto, a lucha cotidiana entre la vida y la muerte, entre el bien y el mal, cree en la Resurrección de Cristo, en la victoria del Amor.
Donde está la Cruz, para nosotros los cristianos está la esperanza, siempre. Si no hay esperanza, no somos cristianos. Por esto me gusta decir: no se dejen robar la esperanza. Que no nos roben la esperanza, porque esta fuerza es una gracia, un don de Dios que nos lleva hacia adelante con la vista en el Cielo. Y María siempre está allí, cercana a esta comunidad, a estos hermanos nuestros, camina con ellos, sufre con ellos y canta con ellos el Magnificat de la esperanza.
Queridos hermanos y hermanas, unámonos también nosotros, con todo el corazón, a este canto de paciencia y victoria, de lucha y alegría, que une a la Iglesia triunfante con la peregrina, nosotros, que une la tierra con el Cielo, que une nuestra historia con la eternidad, hacia la cual caminamos. Que así sea.
Papa Francisco
Homilía por la Asunción de María, 15 de agosto de 2014