Ojo por ojo,
diente por diente,
golpe por golpe,
insulto por insulto,
ofensa por ofensa,
ultraje por ultraje,
decepción por decepción…
Así se va llenando
la memoria
y el equipaje
de agravios,
de rencor,
de deudas.
Mejor ofrecer,
contra el puño cerrado,
una mano abierta.
Ante el insulto, silencio
o, aún más, palabra de perdón.
Mejor no subirse
al tren del odio.
Mejor bajarse
de la espiral
de la venganza.
Mejor caminar
por la senda
de la concordia.
Amar a amigos y enemigos
A la manera de Dios.
José María Rodríguez Olaizola, sj.