Pilatos, «El ciego»

Lo sabes, ¿verdad? Sabes que es inocente. Estás acostumbrado a tratar con canallas agresivos, con asesinos, con gente desesperada capaz de cualquier cosa. Así que este Jesús, que te habla con firmeza, que en su desnudez golpeada tiene más majestad que muchos senadores romanos, y que habla de un reino que no es político, te convence.

Pilatos es un icono que podríamos tener en la mesilla de noche, para recordarnos que las buenas intenciones no son nada sin poner los medios, especialmente cuando los tenemos. En su mano está hacer justicia, pero sucumbe a las amenazas: “tu prestigio”, “tu posición ante Roma”, “tu provincia…” En el fondo Pilatos cede a un chantaje. “Crucifícalo o prepárate para que la región se convierta en un polvorín”. “Cierra los ojos si quieres, lávate las manos, carga sobre nuestras conciencias su vida, pero condénalo.” Y Pilatos lo hace.Cierra los ojos, se lava las manos, opta por lo conveniente y olvida lo esencial, opta por lo presente y olvida lo que no tiene momento, y sigue adelante con su vida.

Salió entonces Pilato, fue hacia ellos y dijo: “¿Qué acusación traéis contra este hombre?”

¿No es, tal vez, lavarse las manos, la tentación más fuerte hoy? No se puede hacer nada. El mal me desborda: es estructural. ¿Qué voy a hacer yo contra el hambre, la guerra, la injusticia, el deterioro del planeta? No está en mi mano hacer nada. Yo vivo y me lavo las manos. ¿Seguro?

PastoralSJ

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