Préstame Madre tus labios, para con ellos rezar;
porque si con ellos rezo, Jesús me podrá escuchar.
Préstame Madre tus ojos, para con ellos mirar;
porque si con ellos miro, nunca volveré a pecar.
Préstame Madre tu lengua, para poder comulgar;
pues es tu lengua, patena de amor y santidad.
Préstame Madre tus brazos, para poder trabajar;
y así rendirá el trabajo, una y mil veces más.
Préstame Madre tu manto, para cubrir mi maldad;
pues cubierto con tu manto al cielo he de llegar.
Préstame Madre tu hijo, para poderlo yo amar,
si tú me das a Jesús, qué más puedo esperar,
y esa será mi dicha por toda la eternidad.
Santo Padre Pío