En los últimos días una gran ola de denuncias y de escrachos públicos sobre inundó nuestras pantallas y ocupó gran parte de las charlas en nuestro quehacer diario. La gravedad del tema se nos presenta en un momento de profundo cambio social en cuanto al rol de las mujeres e incluso de los varones en esta sociedad que estamos construyendo.
En este torbellino de información, opiniones dispares y fuego cruzado, es muy delicado pensar la realidad que venimos construyendo, pero es importante no vernos indiferentes, sino sentirnos interpelados por ella.
Sin dudas que la sociedad no puede seguir como estaba, pero ¿cuáles son los cambios que queremos? ¿qué puedo aportar yo desde mi lugar como ciudadano y como parte de la Iglesia?
La lucha que millones de personas llevan adelante en la actualidad es justa y debe ser escuchada en gran parte de sus aspectos. Por lo tanto debemos comenzar a construir, no desde la diferencia y desde la violencia, sino desde los puntos en común.
La antropóloga feminista Rita Segato, en una reciente entrevista a Página/12, advirtió sobre los peligros de construir “un feminismo del enemigo”, como si los hombres fueran “enemigos naturales”, cosa que es errónea y lleva al autoritarismo. A su vez, cuestionó los linchamientos mediáticos públicos y la “glamorización” en las pantallas de televisión cuando se trata de hablar de crímenes de violencia sexual. Por último, dejó una frase que es sublime: “Que la mujer del futuro, no sea el hombre que estamos dejando atrás.”
Sin dudas que son puntos que muchos de nosotros compartimos, y que nos ayudan a entender un poco más sobre lo que está pasando. Construyamos puentes, no muros. Que cada paso sea para llevar esperanza y colaborar con el Reino. Pidámosle a Jesús y a María que intercedan por nosotros para poder seguir creciendo día a día como hermanos.
Ignacio Pueyo