No comprendieron nada. Le miraron desconcertados y empezaron a darse cuenta de que, aunque caminasen a su lado, siempre estarían muy lejos de él.
Era su amigo, pero también mucho más. A su lado se sentían a gusto, pero también extrañamente nerviosos. Daba paz y exasperaba al mismo tiempo. Y todas las palabras parecían ser mucho más profundas cuando él las decía. En sus labios, todo adquiría un segundo y un tercer sentido. Uno nunca podía estar seguro de haberle entendido del todo. Y tenían que estar preparados para estos vertiginosos descensos al misterio.
¿Quién era este hombre que así conocía a las personas, que con una simple mirada bajaba hasta lo más profundo de los corazones y que anunciaba, además, que esto era sólo el prólogo de cuanto se avecinaba?.
Se sentían felices y asustados de haberle conocido. Ya no dudaban. No entendían nada, pero estaban seguros de que sus vidas ya no tendrían otro sentido que seguirle.
José Luis Martin Descalzo