Decenas de miradas, sonrisas, abrazos, charlas, sueños compartidos, tal vez también alguna que otra lágrima, pero ¿Cómo resumir o poner en palabras el amor de Dios tan vivo y hecho carne en 6 días?
Hace miles de años, Jesús llamo a sus amigos, a los 12. Hoy me llamo a mí, para ir en su anuncio, para llevarlo, transmitirlo, para que quien me vea lo vea, y también te llama a vos. Pero…siempre tenemos la libertad de responder con un sí o un no. Decirle que si implica saltar al vacío, pero con la confianza de que no estamos solos.
Ir a misionar es atreverse a abrir el corazón, a darlo por entero, dar hasta donde no sabías que tus fuerzas te lo permitían, entregarte, dejarte moldear por Él, abandonarte en sus manos. Es dejar transformar nuestros corazones de piedra, a veces tan endurecidos por la frialdad del día a día y la falta de su amor, en corazones de carne, vivos y sensibles a la necesidad del otro.
Benito Legerén es más que ir a misionar. Un amigo definió esta experiencia como un “encuentro” con Dios, con la gente del barrio y con uno mismo. Y es eso, estar cara a cara a ÉL, dejarnos interpelar por su amor.
¿A dónde me llevas? ¿En quién me hablas hoy? ¿Cómo puedo servirte? Algunas de las preguntas que se me pasaban por la cabeza mientras hacíamos la oración de la mañana todos juntos, en ronda, debajo de los árboles, contemplando la belleza del nuevo día que Dios nos regalaba. Y en ese instante atrevernos a escuchar…
Si tendría que personalizar a Dios en esos 6 días, diría que lo vi ahí… en la sonrisa de un desconocido abriéndome la puerta de su casa e invitándome a entrar. En la sonrisa inocente de un niño, que no exige ni reclama. Lo sentí en ese abrazo de un hermano, lleno de paz, de alivio y de vida…esos abrazos que a veces nos hacen romper en llanto pero dan sentido.
Lo encontré en una mirada titubeante y perdida que lo buscaba. Lo vi en esa mirada enojada, dolida por la falta de amor. Lo escuche en la voz de un niño, diciendo un “te quiero” desinteresado sin siquiera conocerme, entregándome su corazón y pidiéndome que no me vaya. Lo vi en la sencillez, en la inocencia, en la humildad, en la transparencia, en la honestidad, en la alegría, en las risas, en las ganas de vivir.
Lo vi ahí, en esos niños, y en esa gente con corazones de niños. En cada puerta, en cada esquina, en cada celebración, en cada misa.
¿Por qué estoy acá? ¿Por qué lo deje todo, mi familia, mis estudios, y vine a servirte? ¿Qué puedo darte yo? Entre otras preguntas que pasaban por mi cabeza cuando ya estaba acostada, después de un eterno día de risas, juegos, encuentros, charlas. Y como siempre me respondías con una certeza inmensa, con la seguridad de abandonarme a tus planes y una fuerte necesidad de seguirte buscando en el otro.
“No me dejes hurgar en mis penas, como si no hubiere otras. No me dejes ciego, sordo, mudo a ese otro que solo anhela un poco de amor». José María Rodríguez Olaizola, sj
Lucia Cuggino
Recreativo 2018 – Benito Legerén (Concordia, Entre Ríos)