«Sentir y gustar de las cosas internamente». Este máxima se encuentra al final de la segunda anotación (EE.EE nº 2) en la que Ignacio pone de relieve la importancia de la interiorización: “No el mucho saber harta y satisface al alma, sino más bien, el sentir y gustar de las cosas internamente”. Es una invitación a pararse a gustar y sentir, ya que se nos invita a un tiempo de encuentro, tiempo de estar, tiempo de conocer con el corazón. La experiencia le ha enseñado a Ignacio que lo que está atravesado por el mundo de los afectos es más hondo, más profundo y por lo tanto lleva más fácilmente a la persona a un camino de conversión.
El sentir hace referencia a lo espiritual, pero también a lo psíquico o psicológico. Sentir internamente nos remite al mundo de la sensibilidad y por tanto nos habla de una oración, de una experiencia espiritual integrada en la que participa de la dimensión corporal, toda mi persona. Gustar hace referencia al mundo de la consolación, el gustar y sentir de las cosas internamente es un camino de percibir y aprender a reconocer la acción del espíritu en uno mismo. Por ello hay que partir de las propias mociones siguiendo las reglas que propone Ignacio.
Sentir, nos deja de cara a algo sólido y concreto a partir de lo cual poder discernir, nos proporciona las mociones que nos van mostrando por dónde nos va llevando el Dios de la vida y de la historia, nos ayuda a descubrir el paso de Dios por la vida concreta.
Para que esto sea así se necesita silencio. Sin silencio y sin tiempo tranquilo no hay posibilidad de encuentro hondo. Se trata de apartarse de todo lo que pueda condicionar la libertad y distraer de lo fundamental que es acercarse y llegar a Jesús, buscando así el conocimiento interno (personal) y vital del Señor Jesús. El fin del conocimiento interno es crecer en el amor. Sólo quien es capaz de gustar y sentir podrá llegar al conocimiento del Señor que se ha hecho hombre por mí, para que más lo ame y lo siga (EE.EE. nº104).
Cuando el sentir y gustar nos lleva al conocimiento interno es cuando nos animamos a arriesgarnos a los planes de Dios para nuestra vida. Ya que el conocimiento que se da en el corazón, es el que realmente puede satisfacer y dar sentido a una vida.
Adaptación
Mari Luz de la Hormaza, ACI