Presencia: Comienzo la oración. Intento hacer silencio interior y prepararme para escuchar en mi interior la Palabra de Dios. Hoy quiero dedicar otra vez, tiempo a encontrarme con Jesús, a estar con Él. Le pido que me abra el corazón para conocerle a Él, su misión, su sueño, su Reino. Me preparo para ver y escuchar. Ver lo que hace, escuchar lo que dice.
Lectura: Mateo 8, 1-4
«Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente.
Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: -Señor, si quieres, puedes limpiarme.
Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: -Quiero, queda limpio.
Y al instante su lepra desapareció.
Entonces Jesús le dijo: Mira, no lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y presenta la ofrenda que ordenó Moisés, para testimonio a ellos»
Contemplación y coloquio:
Hoy el Evangelio me presenta una escena conocida: alguien se acerca a Jesús para buscar ayuda. «Señor, si quieres, puede limpiarme». Se trata de un leproso, lo que busca es la curación de su enfermedad. Con cariño, siempre con cariño me hago unas preguntas muy sencillas: ¿Cuándo me acerco a Jesús? ¿Para qué me acerco a Él? ¿Qué busco? Tal vez yo también tengo mis lepras, mis heridas, mis problemas que me hacen sentir intocable, herido, necesitado de acogida.
Miro ahora a Jesús, al irme acercando a Él, Jesús mismo se encamina en mi dirección. Viene hacia mí, ¿para qué creo que se me acerca? ¿Qué creo que busca de mí?
Yo te digo «Señor, si quieres, puede limpiarme». Y escucho las palabras de tu respuesta «Quiero, queda limpio». Entiendo que es posible, que es real, que es de Dios esa voluntad de cuidar de mí.
Vuelvo a contemplar el texto, el encuentro entre Jesús y el leproso, alguien que no tiene nombre, puede ser cualquiera. Puedo ser yo u otros. Pero lo que sé es que el Evangelio es una llamada a que haya ese tipo de encuentros. Encuentros entre los que las personas se acercan, encuentros en que no hay intocables, en que las heridas de uno se encuentra con la caricia de otros. ¿A qué me llama hoy Jesús ante esta escena?
Termino este tiempo de oración. Este tiempo de encuentro. Repaso mentalmente las preguntas que me he ido haciendo y las palabras, los pensamientos, los sentimientos que han ido apareciendo. Escucho a mi corazón y a mi cabeza y lo comparto con Jesús.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio por los siglos de los siglos. Amén.
Rezando voy