“Si supiéramos todo lo que nos depara la vida no podríamos vivirla. Es mejor así. Ignorar. Esperar. Construir. Soñar y luchar por lo que uno quiere. Apostar, sin tener seguros los resultados. Saltar al vacío una y mil veces. Eso, en parte, es vivir”. (“Ignacio de Loyola, nunca solo”, José María Rodríguez Olaizola, sj)
Qué miedo esto de vivir sin saber qué va a pasar, esto de no saber qué va a venir, esto de no estar seguros sobre qué camino tomar. Miedo, pavor, inseguridades. ¿Quién no estuvo alguna vez en esa situación? ¿Quién, en algún momento, no tomó caminos erróneos, que lo llevaron a lugares sin salida? ¿Y quién no aprendió de esas experiencias?
Es loco, la vida nos lleva por lugares a veces impensados, por caminos que quizás, si lo meditáramos mucho, no tomaríamos; nos lleva por personas que, a veces, son pasajeras, y por otras que, quizás, se quedan para siempre a nuestro lado.
Pero de nuevo, qué miedo, ¿no? Nos encanta tener todo bajo control, todo milimétricamente planeado, sin darnos cuenta de que dejamos pasar tanto, sin animarnos a saltar por el acantilado y dejarnos sorprender por lo que habrá abajo.
Es una locura esto que quiero plantear: “vivir sin tener seguros los resultados” dice Olaizola, vivir sin pensar en el qué vendrá después. No digo no tener una proyección a futuro, sólo propongo vivir sin tanto miedo, dejándose sorprender, para animarnos a vivir lo que venga, con caídas y raspones incluidos, con llantos, tristezas, pero con alegrías, amores, amistad y familia. “Saltar al vacío una y mil veces”, continua José María. Sí sí… saltar al vacío una y mil veces sabiendo que abajo, pase lo que pase, está Dios, y su amor es el que me sostiene siempre. Sin importar qué suceda, sin importar qué encuentre ahí, sin importar cómo caiga. Él y su amor me van a levantar siempre.
Por eso, a esto de vivir sin tanta seguridad, también le quiero sumar eso de dejar todo en las manos de Dios, poniendo de mi parte, pero dejando que el Señor me acompañe y vaya guiándome. Relajarme un poco y disfrutar de lo que se me fue dado, de todo aquello que Dios me propone hoy, estar abierto para verlo en todo y en todos, y enamorarme de todo aquello que me suceda, bueno o malo, sabiendo que siempre, aunque a veces nos duela horrores una situación, Dios está con nosotros.
Personalmente, creo que esto es lo mejor que podemos hacer. Esperar, construir, disfrutar y jugárnosla por lo que queremos, por aquello que nos gusta, por aquello que es nuestro motor, por aquellos a los que amamos. Y tener siempre la certeza de que Jesús nos guía, nos acompaña y que dejar todo en sus manos es la mejor decisión que podemos tomar.
Coqui Benítez
Grupo de Comunicación San Ignacio