Tengo todo el tiempo mío,
todo el que Tú me das:
los años de mi vida,
los días de mis años,
las horas de mis días.
Todas enteras y mías.
A mí me toca llenarlas,
tranquilamente, con calma.
Pero llenarlas bien enteras,
hasta los bordes,
para luego ofrecértelas
y que de su agua desabrida
Tú hagas un vino generoso
como hiciste en Caná
para las bodas de los hombres.
Por eso hoy, Señor,
no te pido el tiempo de hacer esto
y aquello y lo de más allá.
Te pido solamente la gracia
de hacer bien a conciencia
lo que Tú quieres que haga
con el tiempo que Tú me das.
Michel Quoist